¡Sorpresa!

La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego. Una respuesta amable

Proverbios 15.1 (NVI)

Mientras esperaba para que alguien atendiera el teléfono de la empresa para reclamar por la compra que había hecho hacía solo unos días, estaba muy tensa e irritada. Quería quejarme y ellos iban a oírme. Estaba llamando después de ver cómo la computadora nueva ni siquiera encendía. Cuando me atendieron dije sin perder tiempo: “La máquina está como muerta, y ni siquiera empecé a pagarla. ¿Qué piensan hacer?” Hablé casi amenazante, con voz grave, porque quería que supieran que lo decía en serio y que no soportaría perder el tiempo con excusas.

 Pero no hubo excusas. La persona que me atendió inmediatamente me dijo: – ¡Estamos para ayudarla, disculpe las molestias, la empresa se hará cargo y a la brevedad solucionaremos el inconveniente! 

Verdaderamente esa era la única contestación que no esperaba, la respuesta compasiva al otro lado de la línea me descolocó. Como estaba segura de que no me iban a dar una buena respuesta, todo lo que había pensado y casi ensayado para quejarme se me atragantó en la garganta. Colgué el teléfono, sintiéndome confundida. La inesperada amabilidad y las palabras amables me cambiaron el día y me dieron buenas expectativas.

 Estamos tan acostumbrados y predispuestos a reaccionar casi instintivamente que la amabilidad ajena nos resulta extraña. Me quede el resto del día repasando la situación una y otra vez. ¡Esa sí que fue toda una sorpresa! La respuesta de aquel empleado me recordó la compasión de Jesús.

 Algo tan sencillo me confrontó con quien soy realmente. Ese buen trato me enfrentó a la forma de mostrar mi identidad en los lugares y momentos que me molestan o con las personas que me irritan. Entonces pensé: ¿Cuántas veces, al tener una queja legítima, nos sentimos con el derecho de ser groseros y enojarnos? 

 Aunque todos tenemos que lidiar con nuestros enojos, como cristianos podemos enfrentarlos con bondad y así representar bien ante los otros nuestro rol de hijos de Dios. Debemos trabajar con nosotros mismos para que no perdamos fácilmente la calma en situaciones como la anterior.

 Lo que comparto es muy sencillo, pero bastante cotidiano para todos. Es muy común que nos respondan mal o que nos vendan en base a engaños y prometan servicios que nunca recibimos hasta sentirnos tan molestos que perdamos la paciencia de manera abrupta. Es fácil dejar de lado la cordialidad o el buen trato cuando nos sentimos maltratados, pero… “es verdad que la blanda respuesta quita la ira»

En la tarea de todos los días, con la familia, el trabajo, en el colectivo o el tren, cuando entramos a un negocio, mientras caminamos desprevenidos, en cada lugar en el que estamos se presenta la oportunidad de responder como debemos: con una blanda respuesta, que no es sinónimo de ser personas “blanditas o de carácter débil”. No estoy hablando de timidez o vergüenza, sino de ser intencionalmente amables, de fomentar el buen trato.

 ¿Hay algo que puede mejorar en tu manera de hablar y responder habitualmente? Sé vos mismo una buena noticia, alguien con quien es agradable estar. Que tus palabras representen visiblemente a tu Señor. Puede parecer algo intrascendente, pero es “el fruto del Espíritu”

 Ustedes, hermanos, han sido llamados a la libertad. Pero no usen esta libertad para dar rienda suelta a sus instintos. Más bien sírvanse los unos a los otros por amor. Porque toda la ley se resume en este solo mandato: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.»  Tengan cuidado, porque si ustedes se muerden y se comen unos a otros, llegarán a destruirse entre ustedes mismos.

Por lo tanto, digo: Vivan según el Espíritu, y no busquen satisfacer sus propios malos deseos.  Porque los malos deseos están en contra del Espíritu, y el Espíritu está en contra de los malos deseos. El uno está en contra de los otros, y por eso ustedes no pueden hacer lo que quisieran. Pero si el Espíritu los guía, entonces ya no estarán sometidos a la ley.

En cambio, lo que el Espíritu produce es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley.

Gálatas 5:13-18, 22-23 DHH

Pedile a Papá que te ayude a imitar la manera de hablar de Cristo, y a dar una respuesta tierna cuando estás enojado. Y hasta podés pensar en las veces que te enojaste e imaginar qué hubiera pasado si actuabas diferente. Sé mensajero del bien todos los días.

 Ruth O. Herrera