Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
Marcos 6:1-6 RV 1960
Jesús lo vivió en carne propia, sus más cercanos, quienes lo conocían desde su niñez, no veían ni reconocían en él a un Maestro y mucho menos al Mesías.
Conocer no siempre es sinónimo de reconocer. El saber de la Biblia no es sinónimo de experimentar lo que en ella leemos.
Seguimos siendo desafiados a RECONOCERLO en todas las cosas como dueño absoluto de la iglesia y de nuestras vidas. Escribir la historia con autoridad del cielo empieza cuando reconocemos Él que tiene TODA la autoridad y el PODER, cuando reconocemos su SEÑORÍO.
El Señor está invirtiendo EN nosotros porque quiere hacer algo nuevo CON nosotros.
De la intimidad surgirá la abundancia. Este es un tiempo donde el Señor se derrama de manera especial sobre nosotros, nos está dando “abundancia” de su presencia y de su palabra. Entonces, es tiempo de tener intimidad con Él y RECONOCERLO.
Un conocido autor dice que hay una gran diferencia entre la intimidad y la familiaridad con el Señor: la INTIMIDAD te lleva a conocer verdaderamente QUIÉN es ÉL y quién sos vos, y hace crecer la fe que posibilita Su obrar. Pero la FAMILIARIDAD que involucra el acostumbrarnos a escuchar la palabra, a congregarnos, sentir que “esto ya me lo dijeron tantas veces” produce en nosotros una especie de “ceguera” que no nos deja reconocer quién realmente ES nuestro Señor y es obstáculo para que Él se manifieste como quiere hacerlo.
En nuestros días hay muchas personas y personajes populares, conocidos y promocionados. De algunos sabemos hasta los detalles de sus vidas, pero en realidad son tan desconocidos y lejanos como quienes viven del otro lado del planeta.
Reconocer cuando Dios habla a nuestros pensamientos, nos da sueños y ministra de forma personal a través de la Biblia es algo que sólo sus íntimos experimentan. No de oídas o como un vecino lejano. Ni tampoco como la gente de su barrio que conocía a su familia, y eso les resultaba un obstáculo.
Orar en la autoridad que recibimos, escuchar y dar una palabra de sabiduría y esperanza que cambie a quien nos escucha es posible sólo CONOCIENDO PROFUNDAMENTE A JESÚS. De la forma en que lo hicieron sus discípulos, como Pedro o Juan, que lo vieron muchas veces totalmente cansado, pero también transfigurado en la charla con Elías y Moisés.
Que este sea un tiempo para ver a Cristo de manera íntima y especial, para seguir siendo transformados a Su imagen y ser verdaderamente sus amigos.