Te envío de nuevo a Onésimo, pero hacerlo es para mí tan difícil como perder algo de mí mismo. Me gustaría que se quedara conmigo para que me ayudara en tu lugar mientras estoy prisionero por haber anunciado la buena noticia de salvación. Pero no quiero hacer nada sin tu permiso, para que no hagas el favor por obligación sino por tu propia voluntad.
Filemón 1: 12-14 PDT
(Énfasis del autor)
“Tierra de oportunidades”, así se llama el estudio de la carta a Filemón que estudiamos con el grupo de mujeres en el que participo, que fue y sigue siendo de mucha bendición. Uno de los aspectos que se revelan en esta pequeña epístola es el respeto con el que el apóstol Pablo se dirige a Filemón. Como su maestro no solo lo exhorta y aconseja, sino que muestra respeto y consideración por su persona y el lugar de liderazgo que tenía en la iglesia que funcionaba en su propia casa.
Pablo le escribe a su amigo de igual a igual, lo reconoce… lo honra con su carta. El motivo de escribirle era que perdone y reciba a quien lo había defraudado.
Esto me recuerda la palabra que Jesús les dio a los discípulos después de que la madre de Santiago y Juan le pidiera que sus hijos tuvieran un lugar de privilegio en su reino
—Te pido, por favor, que permitas que, en tu reino, mis dos hijos se sienten en lugares de honor a tu lado, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Pero entre ustedes será diferente. El que quiera ser líder entre ustedes deberá ser sirviente, y el que quiera ser el primero entre ustedes deberá convertirse en esclavo.
Mateo 20: 21, 26-27 NTV
Jesús enseñó la humildad y el respeto con su propio ejemplo. Cuando consideramos a otros como iguales, con la misma capacidad de acertar como de equivocarse, podemos relacionarnos más sabiamente. Aun cuando en lo laboral u otro espacio tengamos más autoridad esto implica ser más humildes y considerados con los demás. Por naturaleza a todos nos gusta, aunque sea un poquito, ser más “importantes”, pero según Jesús el menor es el mayor, y el último es el primero.
En todos los ámbitos en que nos movemos, esta regla debe ser aplicada, pero en el cuerpo de Cristo, con nuestros hermanos, en el servicio es más que imprescindible.
La unidad, el respeto, el buen trato, la ayuda desinteresada y hasta el poner la otra mejilla depende mí. Depende personalmente de vos. Ahí radicaba la autoridad de Pablo, en su ejemplo, su amabilidad, su confianza en la buena actitud de Filemón.
¡Qué bueno que, en nuestra casa, en nuestra iglesia, entre los que nos rodean podamos dar el ejemplo de aquello que esperamos de los demás! Que al conocernos otros nos reconozcan como personas fáciles de tratar. Sin soberbia ni arrogancia.
No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes. No se ocupen solo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás.
Filipenses 2:3-4 NTV
Ruth O. Herrera
