Un niño especial… padres especiales

Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.

Lucas 2:40 RV1960

(Énfasis del autor)

 

El niño crecía”.

Esta afirmación nos ayuda a comprender que la niñez de Jesús fue como la nuestra, con juegos, risas, aprendizaje, amistad, hermanos y familia.

El creció en Gracia y Sabiduría formado por sus padres, quienes  amorosos y dedicados sabían que eran  responsables de formar y educar al niño más especial de la tierra. Seguramente aun cuando Jesús no fuera consciente en sus primeros años de su deidad, sus padres sabían que su educación debía ser expresamente cuidadosa.

Ellos habían experimentado la manera sobrenatural en que había nacido, y tenían, como todo los padres, grandes expectativas en su hijo,  pero… ¿cómo podrían discernir completamente la clase de  niño que estaban  educando? ¿Cómo sería la mejor manera de hacerlo?

 

“Los cantos, las oraciones y las lecciones de las Escrituras debían adaptarse a los intelectos en desarrollo. Los padres debían enseñar a sus hijos que la ley de Dios es una expresión de su carácter, y que al recibir los principios de la ley en el corazón, la imagen de Dios se grababa en la mente y el alma. Gran parte de la enseñanza era oral; pero los jóvenes aprendían también a leer los escritos hebreos; y podían estudiar los pergaminos del Antiguo Testamento.”

  1. G. White

 

María y José se enfrentaban a la educación  de un niño realmente inteligente, y debían educarlo con un profundo conocimiento en las Escrituras, la Ley y la historia de su pueblo. Y realmente hicieron un gran trabajo…

No se puede dudar de que sus padres tuvieran una comunión directa y especial con Dios, y lo vemos claramente en el relato de Mateo capítulo 2  en el que José recibe, a través de sueños, la visita del ángel que le da indicaciones precisas de parte  de Dios para preservar la vida del niño. Esto denota la clase de hombre que era, sumiso a la voluntad del Padre y dispuesto a cumplirla. Alguien capaz de dejar su  casa, su trabajo y hasta  su país, por amor a su hijo. Cuidar y educar al niño era sin duda la prioridad para un hombre de tal nobleza y comunión con Dios.

 

Satanás desde  el principio quiso obstruir el plan de salvación, pero Dios siempre se adelantó a sus maquinaciones y entonces envió a José a Egipto. 

 

La residencia en Egipto fue para ellos un cambio de medio que debió haber sido una cosa de lo más drástica. Fuera del calor de todo el ceremonial judío, estimulado por la espera inmediata del Mesías, se vieron duramente transportados a la fría atmósfera del paganismo y de la idolatría. Muchos de los ídolos se hallaban habitados de espíritus malignos que daban tremendas demostraciones de su poder. Sin embargo la presencia de la colonia judía, en Egipto, les debió haber ayudado a conservar su manera nacional de vida con sus ritos religiosos, incluso la celebración anual de la Pascua en la tierra misma donde se originó.

Tomado de “La huida a Egipto según Frank Duff”

 

Jesús nació y debió ser educado como cada uno de nosotros. Y el haber vivido en una cultura tan diferente como la de Egipto durante cuatro o siete años, según se cree,  seguramente influyó en su proceso  de aprendizaje. 

Necesariamente tuvo que  vivir, aprender  y experimentar cada costumbre y ley hebrea para desarrollar su carácter y descubrir lo  que luego enseñó en su ministerio. En ese transcurso aprendió cómo amar y obedecer a Dios y descubrir, madurar y asimilar su condición de hijo de Dios.

 

Entre maderas de la carpintería, aprendiendo el oficio, compartiendo los días con sus hermanos y hermanas. Entre juegos y aventuras, el niño crecía… ¿a qué jugaba? ¿Quiénes serían sus amigos del barrio? La Biblia no da esos detalles, pero mientras fue niño pensaba y actuaba como niño. Viviendo en una  aldea humilde, Jesús aprendió y se desarrolló  en familia. 

 

Los pensamientos y planes del Padre Celestial son perfectos, y María y José sin duda eran los padres apropiados para la formación familiar e intelectual de nuestro Salvador.

Dios no improvisa y cuidó cada detalle.

Esto nos ayuda a enfocarnos en la responsabilidad que tiene cada adulto, sea cual sea el rol que cumpla; influye, forma, educa y sostiene a los niños.  Todos somos responsables de algún niño. 

Si en tu familia, trabajo, iglesia o entorno estás cerca de uno o más chicos, reflexioná ahora en esta responsabilidad y cumplí con el plan que Dios puso en tus manos para defender y sostener a la niñez de nuestra iglesia, barrio, ciudad… país. Podés empezar orando por ellos.

 

Ruth O. Herrera