Una gran piedra

Cuando terminó el descanso obligatorio de los judíos, María Magdalena, Salomé y María la madre de Santiago compraron perfumes para untárselos al cuerpo de Jesús. Así que, el domingo en la mañana, cuando el sol apenas había salido, fueron a la tumba de Jesús. Mientras caminaban, se decían unas a otras: «¿Quién quitará la piedra que tapa la entrada de la tumba? ¡Esa piedra es muy grande!» Pero, al mirar la tumba, vieron que la piedra ya no tapaba la entrada.

Marcos 16: 1-4 TLA

(Énfasis del autor)

 

La resurrección es relatada en los 3 evangelios sinópticos que tienen similitudes y diferencias, pero la esencia es absolutamente la misma. Los relatos describen la maravillosa experiencia de las mujeres  que muy de mañana  llegaron al sepulcro y vos seguramente como yo leíste, escuchaste o viste en películas muchas veces, pero hay un detalle en el que vale la pena  reparar y es la conversación que ellas tuvieron en el camino. 

“¡Somos mujeres…! ¿Quién de nosotras podrá mover la piedra para entrar al sepulcro? ¿Quién nos quitará la piedra? No tenían una respuesta a sus preguntas… pero aún a pesar de semejante dificultad siguieron su camino porque estaban dispuestas a llevar a cabo el plan que tenían de todos modos.

La pregunta no tenía respuesta, era como caminar hacia el fracaso, pero ellas eran movilizadas más por sus emociones que por la razón. Seguramente sabían que la guardia romana custodiaba la tumba y que de ninguna manera las ayudarían.  No era algo común poner soldados a custodiar una tumba, pero este no era un muerto cualquiera, porque  aún después de crucificado los religiosos seguían creyendo que era una amenaza.

 

Al día siguiente, que era el día de descanso, los principales sacerdotes y los fariseos fueron a ver a Pilato. Le dijeron: —Señor, recordamos lo que dijo una vez ese mentiroso cuando todavía estaba con vida: “Luego de tres días resucitaré de los muertos”. Por lo tanto, le pedimos que selle la tumba hasta el tercer día. Eso impedirá que sus discípulos vayan y roben su cuerpo, y luego le digan a todo el mundo que él resucitó de los muertos. Si eso sucede, estaremos peor que al principio. Pilato les respondió: —Tomen guardias y aseguren la tumba lo mejor que puedan. Entonces ellos sellaron la tumba y pusieron guardias para que la protegieran.

Mateo 27: 62-66 NTV

(Énfasis del autor)

 

Lograron que Pilato ordenara asegurar aún más la tumba al colocar un sello romano en la piedra. El sellado consistía en una cuerda o soga que era atada cruzando la piedra que tapaba la entrada al sepulcro, y que era adherida en los extremos de la roca por medio de un sello de arcilla puesto en  presencia de guardias romanos como testigos de ese acto, y que luego eran dejados a cargo de la vigilancia de la tumba. Los soldados eran cuatro y como si fuera poco para garantizar la máxima seguridad, cada tres horas se cambiaba la guardia para asegurar que no se durmieran. 

¡Hacia esa tumba iban las mujeres…! Movilizadas por su dolor, frustarcion y costumbres,  necesitaban saciarse a ellas mismas y sedar su angustia porque estaban marcadas por el luto y no por la fe. ¿Para qué levantarse tan temprano si la piedra estaba sellada? ¿Para qué los perfumes? Ellas posiblemente no se acordaban de la promesa de Jesús, o tal vez no la habían entendido,  pero si recordaban la crucifixión tan reciente.

No iban a comprobar el milagro, solo a cumplir con el rito.

 

Alguna vez también me hice algunas peguntas infantiles o sin aparente respuesta como la que encontramos en este pasaje. Pero el Espíritu Santo me dio otra visión del relato y del propósito de Dios para aquella caminata tempranera,  y el para qué de una piedra sellada y asegurada. Jesús con su cuerpo glorificado no necesita una piedra corrida para salir de su sepulcro, pero eran ellas las que debían también ver ese milagro.

Ese mañana todo se transformó, y en lugar de sólo mantener una costumbre y el hábito del luto,  ellas fueron elegidas para ser las primeras en ver el milagro.

 

Vos y yo estamos constantemente caminando en la encrucijada de creer o no en los milagros. Nos preguntamos y cuestionamos… ¿Cómo puedo mover esa piedra? Nos desalentamos y miramos la realidad bajo la lupa de lo natural, pero Cristo está llamando a su iglesia a creer en las tumbas vacías, a salir a anunciar su resurrección y la vida plena. Hoy, mañana, pasado, cada día podes caminar la ruta de la tumba cerrada, pero si podés recordar las promesas de Jesús que aún siguen vigentes, van a sobrarte motivos para correr a decirles a otros que Jesús resucitó.

 

«No se asusten. Yo sé que están buscando a Jesús, el que murió en la cruz.  No está aquí; ha resucitado, tal y como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde habían puesto su cuerpo.  Y ahora, vayan de inmediato a contarles a sus discípulos que él ya ha resucitado, y que va a Galilea para llegar antes que ellos. Allí podrán verlo. Éste es el mensaje que les doy.»

Mateo 28: 5-7 TLA

 

Ruth O. Herrera