Cuando oí esto, me senté a llorar, y durante varios días estuve muy triste y no comí nada. Entonces le dije a Dios en oración: «Dios grande y poderoso; ante ti todo el mundo tiembla de miedo. Tú cumples tus promesas a los que te aman y te obedecen. Escúchame y atiende mi oración, pues soy tu servidor. Día y noche te he rogado por los israelitas, que también son tus servidores.
Nehemías 1:4,5 y 6a (TLA)
En este pasaje Nehemías nos enseña lo que deberíamos hacer todos aquellos que tenemos una carga profunda en nuestro corazón. Dice la Palabra del Señor que Nehemías se sentó a llorar cuando escuchó el estado calamitoso de su ciudad, se arrodilló a orar pero no solo se quedó orando sino que luego se puso de pie para actuar porque tenía claro que él podía hacer su parte para que las cosas cambiaran.
Luego de orar, el Dios del cielo lo movió a hablar con su jefe.
Además le dije al rey: —Si al rey le agrada, permítame llevar cartas dirigidas a los gobernadores de la provincia al occidente del río Éufrates, indicándoles que me permitan viajar sin peligro por sus territorios de camino a Judá.
Nehemías 2:7 (NTV)
Hay una palabra norteamericana que es difícil de traducir, significa el lugar donde usted sabe que más produce, donde más pasión tiene, es aquello que haría por el resto de su vida aunque no le pagaran un centavo. Para ponerlo en otros términos es cuando Messi a cuarenta y cinco metros de largo lejos del arco, va corriendo en diagonal con una o dos personas que lo marcan. Usted sabe que algo va a pasar. Ese es el lugar preferidos de Messi donde hace más daño. Es el “lugar dulce”, deja todo lo que está haciendo y va en esa dirección porque sabe que algo bueno va a suceder.
Hay ciertos momentos donde uno tiene esa claridad, donde uno puede ser realmente efectivo y producir resultados. Por ejemplo un músico toca cierta escala que conoce de memoria, pero además el Espíritu Santo obra con poder a través de esa canción. Hay un momento, un lugar donde hemos sido creados para estar, para vivir, para producir. Para llegar a ese momento cada uno de nosotros deberíamos tener claridad de quiénes somos, y de qué hemos sido llamados para hacer.
Pastor Walter Angélica
Este simple copero llamado Nehemías tenía una identidad muy clara. Sabía quién era, a qué pueblo pertenecía y, sobre todas las cosas, conocía al Dios que de un grupo de esclavos había formado una nación. ¡Por eso oraba de esa manera!
Su oración hace un exacto recorrido histórico de las razones por las cuales habían llegado a una situación tan extrema. Llora, se aflige y también ora, pero de una manera especial. Primero reconoce el Señorío y la fidelidad de Dios. Luego se identifica como su servidor, pero también se hace parte del arrepentimiento del pueblo. No ora “por los que están en el exilio a causa del pecado”… lo hace reconociendo que él también forma parte de ese pueblo que se alejó de los mandatos divinos. Su identificación es doble. Con Dios, pero también con los suyos.
Reconozco que todos hemos pecado contra ti. He pecado yo, y también mis antepasados. Hemos actuado muy mal y no hemos obedecido los mandamientos que nos diste por medio de Moisés. Acuérdate de lo que le dijiste a Moisés: Le advertiste que si no te obedecíamos en todo, tú nos enviarías a países muy lejanos. Pero también dijiste que si nos arrepentíamos y obedecíamos tus mandamientos nos volverías a reunir. También dijiste que tú nos traerías de vuelta al sitio que has elegido para que te adoremos, aun cuando estuviéramos en los lugares más lejanos. «Nosotros somos tus servidores; pertenecemos al pueblo que tú sacaste de Egipto con gran poder. Dios, escucha mi oración y las oraciones de tus servidores que desean adorarte. Haz que el rey me reciba bien y que yo tenga éxito».
Nehemías 1:6b-11 (TLA)
Invoca el nombre de Dios pidiendo ayuda y, al mismo tiempo, reconoce su pecado y el de sus antepasados y se arrepiente de todo corazón. Confía en que Él escuchará esa oración sincera y que también cumplirá sus promesas. Lo último que pide, comparado con todo lo que menciona antes, es muy sencillo para el Rey del Universo. “Haz que mi jefe me reciba bien y que yo tenga éxito”.
¿Por qué se arrepentiría Nehemías de algo que no hizo? Él había nacido en otro país. Sus acciones no lo habían expulsado de su patria.
Esa identificación con su pueblo y su dolor por el pecado es la señal distintiva de la obra del Espíritu Santo. Solo el Espíritu produce arrepentimiento. Justificarnos o negar nuestros errores es una tendencia humana natural, nos acompaña a partir de Adán y Eva. En cambio hacernos cargo aun del pecado que no nos corresponde es algo genuinamente espiritual. La historia de Nehemías nos enseña a través del ejemplo. Su punto de partida fue la oración para luego comenzar a pensar en la reconstrucción de Jerusalén.
¿Creés que es posible? Esos cambios son el deseo de Dios. La iglesia está lista para producirlos. Puede hacerlo… aunque también lleva tiempo.
Sin embargo, hoy puede ser un buen día para invocar al Señor poniéndonos en ese lugar que no nos gusta, el de responsabilizarnos por el extravío de otros, pedir perdón por los pecados de otros y llevar esa carga al Señor y habilitar desde el Espíritu la reconstrucción de lo que ha quedado en ruinas.
Es tiempo de pedirle al Espíritu Santo que nos dé un corazón como el de este copero, que nos imparta su identificación espiritual con los pecados del pueblo y luego nos mueva a la acción. Quizás así podamos ver en poco tiempo cambios reales y duraderos en nuestro entorno, nuestra familia y nuestra amada nación.
Mónica Lemos