…pero ahora Cristo los ha reconciliado mediante la muerte que sufrió en su existencia terrena.
Colosenses 1:22b DHH
La muerte de Jesús te reconcilió con la vida, Su resurrección nos regaló una eternidad bendita.
La llegada del Reino de los Cielos a la tierra en Jesucristo desató la batalla espiritual entre el Reino del bien y el del mal e involucró a la humanidad que todo el tiempo toma partido por alguno de los dos.
Constantemente nos enfrentamos consciente o inconscientemente a tomar un lugar que nos identifique con nuestra identidad.
¡Cuántas veces de manera sutil nos fuimos distrayendo y alejando de la reconciliación! Nos vamos alejando paulatinamente hasta que nos damos cuenta de que la distancia nos domina, entorpece y distorsiona la Presencia de Papá.
La gran clave está en no conformarnos, no hacernos trampa, porque servir a Dios, poner su Nombre en nuestra boca, mantener nuestra rutina cristiana no nos acerca. Tenemos que estar dispuestos al proceso de regresar… reconciliarnos una y otra vez.
Hace varios años nos examinamos con algunas preguntas que hoy quiero volver a compartirte…
¿De qué vale hacerse trampa?
¿De qué vale contarles a los demás una historia que no es cierta?
¿De qué vale engañarte a la hora de tu soledad delante de Dios?
¿De qué vale estafarte?
A veces la trampa uno se la hace a uno mismo. Es cuando te hacés cómplice de tus errores, y así poco a poco va desgastándose el diseño que Dios tiene para tu vida, la persona que Dios quiere que seas.
Papá cuenta con nuestros errores y alejamientos, y de antemano preparó una reconciliación continua y constante para que vos y yo no tengamos excusas para no volver a sus brazos.
Entonces regresó a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre corrió hacia él lleno de amor, y lo recibió con abrazos y besos.
Lucas 15: 20 TLA
Para que Dios te lleve a la cima, primero te tiene que llevar a tus profundidades.
Por eso la persona que de alguna manera se ha decidido a interactuar con Dios, a estar en comunión, dice La Palabra que es transformada por la misma presencia del Señor, por su gloria, y eso sucede cuando uno se mete para adentro, no por huir de la realidad, sino para volver, reaccionar y regresar para buscar verdaderamente quién es y quién es en Dios.
Siempre, cada día, todo el tiempo necesitamos ser reconciliados. Es necesario que haya un acto de compromiso, una decisión. No se ama a Dios porque se sienta una emoción, se ama a Dios porque se decide amarlo y en esa experiencia es que nos parecemos a Papá… el que siempre espera.
Podemos cometer errores, y otros pueden equivocarse, y hasta es normal, pero permanecer en el error y justificarlo es lo que nos aleja del diseño perfecto de Dios.
Podés tener un sentimiento equivocado, pero mantenerte en él y negar que suceda es como alimentarlo y dejar crecer un arbusto de falta de perdón… es anular la reconciliación que Cristo ganó por vos.
Y si Dios te deja experimentar el abismo, si te caés por el barranco, solo con una decisión genuina de cambio, Papá te llevará hasta la cumbre, la cima, los lugares preparados para sus hijos.
Ruth O. Herrera