Los hermanos lo vieron venir desde muy lejos. Antes de que él llegara, hicieron un plan para matarlo. Se dijeron unos a otros: —Miren, ¡aquí viene el de los sueños! 20 Vamos matémoslo y arrojemos su cuerpo en uno de los pozos secos, luego diremos que lo devoró un animal salvaje. Así veremos si se le cumplen los sueños. Cuando Rubén escuchó esto, trató de librarlo de sus hermanos y dijo: —No lo matemos. ¡No derramemos sangre! Tírenlo en este pozo del desierto, pero no le hagan daño.
Génesis 37: 18-22 PDT
Cuando leí esta parte de la Biblia me acordé de cuando era chica y en la escuela los que eran más grandes no me dejaban jugar con ellos, y la verdad no es un buen recuerdo porque me hacían sentir inferior… como de menor valor.
Capaz que a vos alguna vez también te pasó algo similar, por eso lo importante es saber que todos todos todos, tenemos mucho valor y somos importantes porque Dios hace a cada persona especial.
Cuando vivimos situaciones así, a las que llamamos “discriminación”, a pesar de no disfrutarlo, aprendemos a ser mejores y tratar bien a todos. No importa la manera en que hablen, la forma en que se visten o las cosas que tienen, sean ricos o no tanto. Lo esencial es tratar a todos con amor y aprender a descubrir cuál es la característica que los hace diferentes y por eso aceptarlos y quererlos.
No es obligación ser súper amigos de todos… pero sí debemos ser amables, buenos y respetar a todos.
Te comparto este cuento corto que me ayudó todavía más a entender lo bueno que es ser diferentes pero estar unidos.
“El largo curso en la escuela de arañas había terminado. Por fin las jóvenes arañas estaban listas para salir en busca de su nuevo hogar.
Mientras preparaban la expedición, los maestros repetían la norma básica una y otra vez: – Busquen una familia con ambiente de igualdad. Recuerden que son familias más felices y si las atrapan van a tener muchas más posibilidades de salir vivas.
El grupo de arañas pronto encontró una primera casa. Ñaki, una de las mejores alumnas, confirmó enseguida de qué tipo se trataba. Era una familia “papá al sofá, mamá a la cocina”. En esa familia no todos ayudaban y los hijos preferían jugar que ayudar en algo. Para las arañas esa era una familia peligrosa.
Si la atrapaban en aquella casa, le esperaría lo peor.
Siguiendo su viaje encontraron una familia distinta, donde chicos y chicas hacían todas las tareas. Las repartían con tanta exactitud, que no parecía haber mejor prueba de igualdad. “Hoy te toca a vos, mañana me toca a mí”, “Aquí todos somos iguales ya cada uno hace según sus posibilidades”.
Pero Ñaki no quiso precipitarse, y siguió observando a tan copada familia. Le preocupaba la falta de alegría que observaba, pues se suponía que una familia con tanta igualdad debía ser muy feliz. Pero como todos hacían de todo, todos dedicaban mucho tiempo a tareas que no les gustaban, y de ahí su falta de alegría. Así que, aunque algunas arañas se quedaron allí, Ñaki decidió seguir buscando.
Y acertó, porque aquella familia tan preocupada por repartir todo tan exactamente no pudo mantener un equilibrio tan perfecto durante mucho tiempo. Y así, olvidando por qué vivían juntos, terminaron repartiendo también la casa entre grandes disputas, y no se salvó ni una sola de las arañas que se habían quedado.
No tardó en encontrar otra familia con aspecto alegre y feliz. A primera vista, no parecían vivir mucho la igualdad. Cada uno hacía tareas muy distintas, e incluso las chicas hacían muchas de las cosas que había visto en aquella primera familia tan peligrosa. Pero la alegría que se notaba en el ambiente animó a la araña a seguir investigando. Entonces descubrió que en esa familia había una igualdad especial.
Aunque cada uno hacía tareas distintas, parecía que habían elegido sus favoritas y habían repartido las que menos les gustaban según sus preferencias. Pero sobre todo, lo que hacía única esa familia, era que daba igual si chicos o chicas pedían ayuda, cualquiera de ellos acudía siempre con una sonrisa. Y cuando finalmente, en lugar de “tareas de chicos o chicas”, o “tareas tuyas o mías”, escuchó “aquí las tareas son de todos”, así que se convenció de que aquella era la casa ideal para vivir y allí hizo su tela araña.”
Pedro Pablo Sacristan