“Pero basta con que digas una sola palabra, y mi siervo quedará sano.”
Mateo 8:8
Si pensamos en un superpoder, ¿cuál te gustaría tener? Tal vez volar, tener superfuerza, leer la mente de los demás o estirar el cuerpo para alcanzar los lugares más altos.
Cuando era chica, quería el poder de responder correctamente todas las preguntas de las pruebas en el colegio. Como no lo tenía, no me iba muy bien… Mis papás me dijeron que probara con estudiar, que ese era el mejor poder, ¡jajajaja! Esos son los buenos consejos de papá, mamá u otro adulto. Y aunque me duela reconocerlo, tenían razón.
Pero ¿sabés quién sí tiene superpoderes, y de los verdaderos? Nuestro mejor amigo. Sí, ya sé que vos sabés de quién estoy hablando… ¡De Jesús!
De todas las historias que leo en nuestro gran libro, la Biblia, esta es una de mis favoritas. La podés leer en Mateo 8:5-13.
Te invito a que la busques en tu Biblia, no es mucho para leer…
Un hombre quería tanto a su ayudante, que estaba enfermo, que salió directamente a buscar a Jesús. Pero no solo por el dolor de la enfermedad de su amigo, sino porque creía y tenía muchísima fe en que Él lo iba a ayudar.
Cuando se encontró con Jesús y le contó lo que pasaba, el Señor no dudó en ir a su casa. Pero el centurión (un soldado muy importante) le dijo que no se sentía digno, es decir, que no merecía una visita tan especial.
«Basta con que digas una sola palabra», le dijo a Jesús. ¡Y estaba lejos de su casa! ¡Uau, qué fe tenía!
Jesús tocaba y los enfermos sanaban, pero en esta oportunidad, ni siquiera estaba cerca de la persona enferma.
El centurión sabía que con solo hablar, Jesús podía sanarlo. Y así fue… Solo una palabra de Jesús bastó para que el siervo del centurión fuera sanado al instante.
¿Te imaginás que vos, yo… nosotros, cuando oramos por alguna situación, podemos recibir una respuesta de parte de Dios? Y es posible porque Jesús está con nosotros.
Lo que parece difícil e incluso imposible, cuando oramos, puede suceder.
Con fe, mucha o poca, pero si lo creés, una sola palabra de Jesús puede hacer algo maravilloso. Sí… si hay alguien que tiene ese poder, es Jesús. ¡Poder verdadero! Y lo más lindo es que es nuestro Amigo.
¿Qué necesitás de Jesús? ¿Querés que ayude a alguien? ¿Por quién querés orar?
No dudes. Con fe, el milagro sucede. No se trata de vos ni de mí, sino de amar a los demás, de ayudar a otros a través de la oración y de buscar a Jesús para que, con su poder, sean bendecidos.