“Entonces le llevaron unos niños a Jesús para que pusiera las manos sobre ellos y orara. Pero los discípulos comenzaron a reprender a quienes los llevaban. Jesús les dijo: —Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el Reino de los cielos es de quienes son como ellos.”
Mateo 19:13-14 (DHH)
(Énfasis del autor)
Hay un cuento que habla de una reunión que ocurre en el fondo del mar. Allí, cada semana, se juntan los representantes de distintas especies del arrecife para charlar sobre temas comunes de la vida en el océano. Por ejemplo: cuántos barcos pesqueros andan dando vueltas por la zona, si hay suficientes algas o por dónde se consigue mejor comida.
Cuando se encuentran, arman una ronda para hablar. Están representados los tiburones, los delfines, los peces espada, los salmones, las tortugas marinas y también los peces más pequeños.
Cada uno tiene su espacio para compartir sus preocupaciones y así mejorar la convivencia en el arrecife.
Se cuenta que, una vez, el tiburón martillo notó que faltaba alguien: el pez payaso. ¿Lo conocés? ¡Sí! Ese pececito chiquito, con rayas blancas y naranjas, parecido a Nemo, el de la peli.
El tiburón propuso entonces ir a buscarlo, pero los demás dijeron que no hacía falta, que por ahí le había surgido algo y no valía la pena tomarse la molestia de ir hasta su casa para ver qué pasaba. Es que en el mar, los celulares no suelen andar muy bien…
Pero el delfín estuvo de acuerdo con el tiburón y, entre los dos, decidieron suspender la reunión e ir a ver cómo estaba el pequeño pez.
Y fue una decisión muy sabia.
Nadaron y nadaron, hasta que llegaron a la barrera de coral donde vivía el pez payaso. Y ahí se dieron cuenta de lo que pasaba: el pececito estaba rodeado por tiburones de otra comunidad, tan feroces que tenían a todo el arrecife asustado.
Entonces volvieron con la noticia a la junta de peces, y al enterarse, todos se organizaron, sumando más amigos del mar, y juntos pudieron ir a ayudar y proteger al pez payaso.
Esta historia es imaginaria, claro, pero nos deja una enseñanza muy real: no es el tamaño lo que importa para ser parte de una comunidad que te ama y te reconoce por quién sos.
Así funciona el Reino de Dios.
La iglesia es tu comunidad, como una gran familia donde tenés un lugar y sos parte. No importa tu tamaño. No importa si sos chico, alto, rubio o morocho.
En el versículo lema de este devocional, vemos que el mismo Jesús dijo que el Reino de los cielos le pertenece a quienes son como los niños.
¡¡Así que vos sos parte del Reino!!
Desde que eras un bebé, Dios ya pensó en vos y te dio un lugar en su Iglesia, para que seas cuidado, acompañado y animado a alcanzar los sueños que Él tiene preparados para tu vida.
¡Eso sí que es algo asombroso!
Ahora que ya sabés el cuento del arrecife, te dejamos una propuesta:
🎨 ¿Te animás a dibujar la reunión de peces en el mar?
Y cuando los pintes con diferentes colores y formas, acordate:
“Cada uno es diferente, pero juntos se cuidaron y ayudaron a su comunidad.”
🏠 También podés hacer otro dibujo de nuestro templo, la Casa del Padre, lleno de personas distintas que también se cuidan y se ayudan como buenos amigos.
Y no te olvides:
¡Te queremos mucho!
Que tengas una excelente semana. 💙