Hace un tiempo me compré un libro de cocina. Lo leo todos los días y estoy aprendiendo un montón… Bueno, al menos eso creo.
Ya me sé todas las recetas, pero la verdad es que todavía no hice ninguna.
Eso me hizo reflexionar sobre cuántas cosas sé que debería hacer, pero que en realidad no pongo en práctica. Por ejemplo, lo que estoy aprendiendo de Jesús y de la Biblia. Me pregunto si todo lo que leo lo puedo vivir realmente, si puedo llevarlo a la práctica.
En la Biblia hay una historia que me hace pensar mucho en esto. Jesús se la contó a sus discípulos: es la parábola del buen samaritano.
Un día, por un camino desierto, iba caminando un hombre. De repente, aparecieron dos ladrones desde unas rocas. No solo lo robaron, sino que también lo golpearon. Lo dejaron tan malherido que no pudo seguir su camino y quedó tirado en el suelo.
En ese mismo momento pasó por ahí una persona que, como las que solemos ver en la iglesia, canta y trabaja todos los días en actividades. Pero estaba tan apurado por llegar a cumplir con sus tareas que apenas si se fijó en ese pobre hombre.
Un rato después pasó un maestro de Escuela Bíblica, con un montón de libros y materiales para la clase que estaba por dar. También iba apurado porque ya era tarde y no quería llegar tarde a su lección. Alcanzó a ver al hombre herido, pero pensó: “Bueno, que lo ayude otro. Yo no puedo parar ahora”.
Más tarde, pasó por allí otra persona, un desconocido. Este era alguien que venía de un pueblo enemigo del hombre herido. ¡Sí, eran enemigos! Ni se hablaban, y mucho menos se ayudaban.
Pero cuando lo vio tan mal, no lo dudó. Lo levantó del piso, lo subió a su caballo y lo llevó hasta el lugar más cercano donde podían atenderlo. Pagó para que un médico lo cuidara, lo limpiaran, le dieran de comer y pudiera descansar.
Ese hombre fue verdaderamente un buen prójimo, alguien que puso en práctica lo que Jesús enseña: amar a los demás, sin importar quiénes sean.
No importa si es alguien conocido, un amigo o incluso un desconocido. No hace falta saber todo sobre la vida del otro para ayudarlo. Si vemos a alguien en necesidad, podemos y debemos hacer algo por él. Eso es lo que Jesús nos mostró con su ejemplo.
Creo que es un buen desafío para nosotros: poner en práctica lo que aprendemos.
¿Qué cosas sabés que deberías estar haciendo pero aún no hacés?
Te invito a que oremos juntos para pedirle a Dios que nos ayude a vivir lo que aprendemos cada día.