Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se da cuenta de que ha perdido una, ¿acaso no deja las otras noventa y nueve en la montaña y se va a buscar la oveja perdida?
Mateo 18:12
A Pablo le encantaba jugar en el parque con sus amigos. Un día, mientras estaba en el parque con su perrito, Rocco, se distrajo un momento con un nuevo juego. Rocco, que siempre estaba muy cerca de él, corrió tras una pelota.
Pero cuando Pablo se dio cuenta, su mascorta ya no estaba a su lado, miró a su alrededor y no pudo encontrarlo por ninguna parte.
Obviamente se sintió muy triste porque Rocco era su amigo fiel y lo quería mucho, así que decidió buscarlo.
Corrió por el parque, llamandolo con voz muy fuerte. Buscó en cada rincón, preguntó a sus amigos si lo habían visto y hasta miró debajo de los bancos de la plaza. No importaba cuánto tiempo pasara, Pablo no se rendía, sabía que Rocco era muy importante para él y que tenía que encontrarlo.
Mientras buscaba se acordó de todos los momentos felices que habían compartido y que siempre jugaban juntos. ¡Y ya empezaba a extrañarlo!
A pesar de la tristeza, estaba decidido a encontrarlo porque entendía cuánto significaba para él.
Ese día, Pablo llenó la plaza con carteles pidiendo ayuda por si alguien lo veía… y al final Rocco apareció.
Lo que le paso a Pablo me recuerda la historia de la oveja perdida que conto Jesús.
Un pastor que tenía 100 de ovejas ¡sí 100!, las cuidaba todo el día, se fijaba que tengan de comer, agua para tomar, y sombra para que no tengan calor.
Al llegar la noche las llevaba a su corral para que ningún otro animal las lastime.
Una noche cuando las llevaba a guardar, mientras entraban las fue contando como de costumbre: 1…2….3… hasta 99 ¡No puede ser pensó, falta una! Y empezó a buscarla.
Sus amigos le decían… tenes 99 que son un montón, no te preocupes por la que se perdió. ¡No te hagas problema!
Pero el pastor la busco sin parar por todos lados hasta que la encontró.
Cuando Jesús contó esta historia estaba enseñandole a toda la gente que lo escuchaba que, así como ese pastor amaba y cuidaba a sus ovejas, Él nos ama y cuida a todos.
No se distrae ni nos pierde de vista. Conoce nuestros nombres, que comidas nos gustan, cuando jugamos y cuando dormimos. ¡Está re atento!
Sin problema puede cuidarnos a todos aunque seamos más que 100.
Jesús nos ama tanto que no nos pierde de vista.