Lo hago por amor

Todos los jueves, Juliana salía del cole y se iba directo a lo de su abuela. Pasaba la tarde entera con ella. ¡Le encantaba estar en su casa! Ella quiere mucho a su abuela y, como la quiere tanto, trata de portarse bien cuando está con ella.

Por ejemplo, sabe que a su abuela no le gusta que pise el pasto del jardín. A algunos les parece una pavada, pero a la abuela le encanta que sus plantas estén bien cuidadas y lindas en la entrada de la casa. Por eso, Juliana siempre camina por el caminito y nunca pisa el pasto.

A Juliana también le gusta mucho comer algo rico mientras mira la tele sentada en el sillón. Pero hace poco, su abuela se compró un sillón nuevo que cuida un montón. Como Juliana la ama, respeta su regla y come en la mesa, aunque le encantaría hacerlo en el sillón nuevo. Lo hace por amor, no porque la obliguen.

Juliana tiene una prima que se llama Rocío, y cuando va a la casa de la abuela, a veces pisa el pasto sin darse cuenta. ¡Hasta el otro día comió una naranja en el sillón nuevo! Juliana no lo podía creer. “¿Una naranja? ¡Eso mancha un montón!”, pensaba.

Pero Juliana también pensó que seguro Rocío no sabía que a la abuela le molestaban esas cosas y lo hizo sin querer.

A veces nos pasa lo mismo con Jesús. Hay un versículo en la Biblia, en la primera carta de Juan, que nos habla de esto. Dice algo así: «Si decimos que somos amigos de Jesús, pero no hacemos lo que a Él le gusta, entonces no somos tan amigos como decimos.»

Es como Rocío que quiere mucho a la abuela, pero como no la conoce tanto entonces hace cosas que a la abuela no le gustan. En cambio, Juliana sí la conoce bien, y por eso la respeta y la obedece, no por obligación, sino por amor.

Con Jesús pasa igual. Si somos sus amigos, vamos a querer conocerlo más y vivir como Él vivió. ¡Pero claro! Jesús fue perfecto, nunca pecó. Nosotros no somos perfectos y nos equivocamos. Pero acá viene la mejor parte: aunque no hagamos todo perfecto, Dios nos ama y nos perdona.

Jesús quiere que lo intentemos. No porque tengamos miedo, sino porque lo amamos de verdad. Nuestra relación con Dios no se trata de tener miedo, sino de tener amor. 

Si amamos a Dios, se va a notar en cómo vivimos. Vamos a tratar de hacer lo que a Él le agrada, aunque a veces nos equivoquemos. Lo importante es que nuestro corazón esté lleno de amor por Él y que siempre queramos parecernos un poquito más a Jesús.