Milagros de Amor

Ye te he amado con amor eterno

Jeremías 31.3 DHH

Jesús, hijo de Dios, nació con un propósito. La razón fue que vos y yo conozcamos del amor de Dios por eso cada cosa que hizo, todo el tiempo, en cada oportunidad se dedicó a poder mostrar ese inmenso e incondicional amor.

Muchas veces Jesús hablaba, sencillamente se acercaba a las personas para decirles del amor de Dios y realmente para escucharlo la gente se amontonaba. Lo hacía de la manera más clara posible para que todos pudiesen entenderlo.  ¡Un gran maestro! sabía que palabras usar. Pero Jesús no solo hablaba, el también de manera concreta demostraba y aún hoy demuestra su amor.

Una mañana Jesús se alejó de la ciudad, algunas personas vieron que se estaba yendo y decidieron seguirlo.  La mañana pasó rapidísimo, el maestro relataba historias, enseñanzas, contaba chistes y escuchaba. Estaban lejos de la ciudad en un gran campo y… ¡¡las pansas de todos comenzaron a hacer ruido!! Claro, pero por favor ¡era la hora de comer! Todos los que estaban ahí empezaron a tener hambre. Los discípulos de Jesús se miraron… miraron alrededor…  y dijeron: somos un montón, hay personas de todas las edades; hay mujeres, hay hombres, hay chicos, hay abuelas…

Con los ojos muy grandes casi como asustados y preocupados por la situación corrieron a Jesús y le dijeron: – “Jesús, esta gente está desde temprano con nosotros. Ya es más tarde que el mediodía y todos tenemos hambre, ¿qué podemos hacer? ¡si tuviéramos que comprar comida para toda esta gente no nos alcanzaría la plata!!!

Entonces Jesús preguntó: ¿Tienen algo de comida?

Los discípulos investigaron entre las personas que estaban, pero nadie tenía algo. Hasta que Andrés, uno de los que estaba siempre con Jesús encontró a un chico que tenía dos panes y cinco peces.

Claramente esto es muy poco. ¡somos más de cinco mil personas! ¿Qué es esto de traer una vianda para uno solo? decían los amigos. Pero Jesús tomó muy seriamente el deseo de ese chico de compartir lo que tenía y el corazón de Andrés de aceptarlo sin pensar si alcanzaría.

Rápidamente, agradeció a ambos y con los panes y los pescados en sus manos, oró dando gracias por la comida. Enseguida los discípulos organizaron a las personas en grupos e hicieron rondas para repartir. Todos pudieron comer ¿cómo ocurrió eso? ¡había ocurrido un milagro! Alcanzó para todos, comieron hasta no dar más ¡y sobró!

Jesús, siempre está atento a nuestras necesidades, sus milagros son actos de amor.

Leave a Reply

Your email address will not be published.