Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Juan 14:13 (La Biblia de las Américas)
Esta semana fue algo complicada en el cole. ¡Me llenaron de tareas! ¡No lo podía creer! Qué bueno que mi tía es especialista en cuentas, sumas y restas. Por eso no dudé un instante y cuando llegué a casa, enseguida grité su nombre: “¡TIA MIRTAAAA!”
Muy pronto la tía se acercó a mi lado para ayudarme con la tarea. Menos mal, porque yo no estaba lista para hacer todas esas cuentas sola. ¡División por dos cifras!
Cuando terminé la tarea me quedé pensando… “Qué bueno que tenía cerca a mi tía y que ella pudo ayudarme… Pero cuando quiero hablar con Jesús… ¿Cómo hago? ¿Tengo que gritar muy fuerte? ¿Usar palabras muy difíciles? ¿será que siempre tengo que estar acompañada por una persona adulta para que él escuche mi oración? ¿hay una hora especial donde él esté dispuesto escucharme?
¿Será que la tía me podrá ayudar con estas dudas también?
Al principio me sentía medio rara y pensaba que tenía estas dudas porque soy chica y nadie más las tiene, pero mi tía Mirta buscó en la Biblia y me mostró que Jesús les enseñó a orar a un montón de gente grande.
Me leyó una oración que Jesús nos dejó como ejemplo y me contó que puedo orar cuando yo quiera, en voz alta, en voz más baja o en silencio con mi corazón. Puede ser por la noche cuando me estoy por dormir, un rato antes de bañarme. También puedo orar cuando estoy caminando, yendo al Cole. No hay una hora especial para orar, tampoco hay palabras especiales que podamos decir. Jesús entiende todos los idiomas, todas las palabras que la gente usa, las de los grandes y las de los chicos también. Para él, no hay ninguna palabra que sea difícil de entender.
Mi tía me enseñó que Jesús nunca va a estar ocupado para mí, que él siempre está disponible cuando yo quiera hablarle, simplemente puedo hacerlo y él va a estar atento a mi oración.
A partir de ese día todo cambió. Pude orar sola por primera vez. En otras ocasiones yo no sabía qué decir, por eso ella hablaba y yo repetía, pero esta vez quise hacerlo sola. Al principio me dio un poco de vergüenza porque no sabía qué decir, pero después recordé que Jesús es mi amigo asiqué le hablé de la misma forma que charlo con mis amigos.
Te propongo que ahora tomemos un tiempo para orar. Que puedas pensar en algo para agradecerle a Jesús… Como, por ejemplo: ¡Gracias por el día de Hoy! O ¡Gracias Jesús porque me escuchas cuando te hablo! ¡Y puedas decírselo como te salga!
¡Jesús siempre tiene tiempo de charlar con vos!