¡Qué bueno es ser diferentes!

… no se consideren mejores que los demás. Supongan que dos hombres entran a su reunión: uno con anillo de oro y muy bien vestido, el otro muy pobre y con la ropa toda sucia. Y supongan que ustedes dan especial atención al que está bien vestido y le dicen: «Tome asiento, aquí hay un buen lugar» y le dicen al pobre: «Usted quédese parado allí» o «Siéntese en el suelo». Si actúan así, se hacen jueces de los demás, y jueces injustos. ¿Acaso hacer eso no es discriminar?

Santiago 2: 1b-4 PDT

 

Cuando leí esta parte de la Biblia me acordé de cuando era chica y en la escuela los que eran más grandes no me dejaban jugar con ellos, y la verdad no es un buen recuerdo porque me hacían sentir inferior… como de menor valor.

 

Capaz que a vos alguna vez también te pasó algo similar, por eso lo importante es saber que todos todos todos, tenemos mucho valor y somos importantes porque Dios hace a cada persona especial.

 

Cuando vivimos situaciones así, a las que llamamos “discriminación”, a pesar de no disfrutarlo, aprendemos a ser mejores y tratar bien a todos. No importa la manera en que hablen, la forma en que se visten o las cosas que tienen, sean ricos o no tanto. Lo esencial es tratar a todos con amor y aprender a descubrir cuál es la característica que los hace diferentes y por eso aceptarlos y quererlos.

 

No es obligación ser súper amigos de todos… pero sí debemos ser amables, buenos  y respetar a todos.

 

Te comparto este cuento corto que me ayudó todavía más a entender lo bueno que es ser diferentes.

 

La rosa y el sapo

 

Cuentan que esta era una rosa roja y todo el mundo comentaba que no había flor más bella que esa en el jardín. La rosa se emocionaba cuando la halagaban. Sin embargo, quería que la vieran más de cerca y no entendía por qué todos la observaban a distancia.

 

Un día notó que a sus pies siempre estaba un enorme y oscuro sapo. En verdad no tenía nada de guapo, con su color opaco y sus feas manchas. Además, sus ojos eran demasiado saltones y asustaba a cualquiera. La rosa comprendió que la gente no se acercaba debido a ese animal.

De inmediato, le ordenó al sapo que se marchara. ¿No se daba cuenta de que le daba mala imagen? El sapo, muy humilde y obediente, aceptó de inmediato. No quería incomodarla y entonces se marchó lejos.

A los pocos días, la rosa comenzó a deteriorarse. Sus hojas y sus pétalos empezaron a caerse. Ya nadie quería mirarla. Pasaba una lagartija cerca y vio a la rosa llorando. Le preguntó qué le pasaba y ella contestó que las hormigas estaban acabando con ella. Entonces la lagartija le dijo algo que la rosa no sabía: “Era el sapo quien se comía las hormigas y te mantenía bella”.

Anónimo

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