«Sean santos, porque yo soy santo.»
1° Pedro 1:16
¿¡¡¡Ehhh???!!! Whatsss???
¡¡¡Necesito mayúsculas más grandes para preguntar y volver a preguntar!!!
En la Biblia dice que tengo que ser santo. Pero… ¿qué querrá decir eso?
¿Será que nunca, nunca, jamás me puedo equivocar y tengo que ser buena siempre siempre?Una vez escuché a mi abuela decir que «yo no soy ningún santo», así que me parece que estoy perdidísima. Y pienso… y pienso… Y si es así, ¡nunca voy a poder ser santo!
Eso pensaba yo… hasta el otro día, que me junté con mi tía y le dije: —Mrá lo que acabo de leer en la Biblia: «Tienen que ser santos, porque Dios es santo». ¡Es imposible! ¿Cómo podría ser eso?
Menos mal que me tocó una tía que sabe un montón de la Biblia. Nos sentamos juntas, y me explicó: Primero, trajo otra versión de la Biblia. No es otra Biblia, sino que dice lo mismo pero con otras palabras, para que se entienda mejor.
En esa traduccion decía:
“Yo soy un Dios diferente a los demás. Por eso, ustedes también deben ser diferentes a los demás.” Y la verdad… yo seguía sin entender mucho.
Entonces mi tía me dijo: —Ser santo no significa que nunca te podés equivocar, ni que tenés que estar todo el día callado y quieto, sin hacer nada.
Ser santo significa que Dios te eligió, y vos lo elegiste como amigo. Y eso te hace especial.
—¿Especial en qué sentido? —le pregunté. ¿Si a todos les gusta jugar al fútbol, yo tengo que decir que no?
¡Noooo! Para nada. Mi tía me explicó que ser diferente es, por ejemplo: Cuando todos dicen cosas feas de alguien, yo elijo no hacerlo, porque me acuerdo que Jesús no haría eso.
Cuando nadie quiere convidar al que nunca trae nada, yo sí convido, porque soy diferente.
Cuando alguien me mira mal porque no tengo la remera de moda o el celular nuevo, yo no me siento mal, porque sé que eso no es lo realmente importante.
Pero ojo: aunque hacer esas cosas está re bien… Eso solo no me hace santo.
Lo que me hace santo es que, un día, le dije a Jesús que quería ser su amigo y vivir con Él. Y eso me hace diferente y especial para siempre.
¿Y si algún día me olvido de ser diferente? Jesús me perdona, y me dice: «Podemos volver a intentarlo.»
A mí hay cosas que me cuestan más. Por ejemplo: ser obediente.
Cuando mi mamá me llama para poner la mesa… la verdad, la escucho la primera vez, pero espero… y espero… hasta que me llama tres veces, o cambia el tono de voz.
Creo que ahora voy a intentar ser diferente. Voy a ir cuando me llame la primera vez.
Eso también es ser santo.