Entonces Jesús les dijo: —Dejen que los niños vengan a mí. No se lo impidan porque el reino de Dios es de los que son como ellos.
Juliana tiene 8 años, le gusta mucho hacer cosas… nunca esta quieta. Mientras juega en el patio de su casa, está atenta a lo que esta pasando en la cocina. No le gusta perderse nada. Si ve que están cocinando corre y pregunta si puede ayudar. Si escucha que la puerta de la casa se abre porque su alguien va de compras enseguida pide acompañarlo.
Juli ya sabe hacer muchas cosas, a veces quiere cocinar sola, pero su mamá prefiere ayudarla. Cuando lava los platos y ve que algún adulto mira como lo está haciendo se siente más segura. Ella esta aprendiendo, pero a la vez cree que hay cosas que puede hacer sola. Su familia confía en ella, y de apoco van dejando que cada día haga más cosas sola.
En la semana Juliana acompaño a su abuela hasta la iglesia, fueron a llevar ropa que ya no usan para ayudar a otras personas. Al llegar noto que todas las personas que estaban ayudando era gente grande. Ese día no había chicos ni jóvenes colaborando, así que se quedó pensando en cómo ayudar.
En el camino de regreso a casa no aguanto la curiosidad y le preguntó a su abuela sobre: ¿Solo los adultos pueden ayudar en el ropero de la iglesia? ¿Pueden los chicos ayudar también o hay que ser importante para hacerlo?
Su abuela sonrió, y no solo con la cara, también le sonrió el corazón. Esa pregunta, tenia una de las mejores respuestas. Además, sabia que le estaba preguntando eso porque ella quería ayudar y eso la lleno de emoción.
Entonces la abuela le respondió: ¡La respuesta a esa pregunta la respondió… JESÚS!
Un día Jesús estaba en una charla “importante” con gente adulta. Todos los estaban escuchando atentamente. Nadie quería perderse ninguna palabra de lo que él decía. Y los discípulos cuidaban de que todo estuviese bien, en orden.
Estaban por ahí unas mamás con sus hijos, una tía con sobrinos, y seguro habría unos abuelos con sus nietos.
Ninguno quiso perder la oportunidad de que los niños saluden a Jesús. ¿¡Quién no querría recibir un abrazo del maestro!? ¡Que buen momento!
¡¡¡Yo me hubiese puesto en la fila!!!
Entre charla y charla venían los chicos a abrazar a Jesús, hasta que un momento uno de los que estaba escuchando atentamente les dijo a las mamás con voz gruesa: ¡UN POCO DE ORDEN POR FAVOR! ¡NO INTERRUMPAN AL MAESTRO! Está diciendo cosas importantes.
Al escuchar esto inmediatamente Jesús puso su mejor voz de amor, y dijo muy claramente: ¡escuchen todos! Presten atención de lo que les voy a decir: ¡Dejen que los niños se acerquen, que me abracen y jueguen conmigo! ¡Escuchen bien esto… ellos son importantes para mí, como si fueran un tesoro! Y ustedes, los grandes tienen que ser un poco más como ellos.
Juliana estaba fascinada por la historia que la abuela le contó. ¡Ella era importante para Jesús! Así que llegó a su casa buscó esta historia en la Biblia y la marco con resaltador amarillo para no olvidarse.
Después corrió a decirle a su abuela: ¡Soy muy importante para Jesús!
CONTINURA…