Todos juntos construyendo

«Ahora que has comenzado a construir este templo, quiero recordarte que, si obedeces todos mis mandamientos, yo cumpliré lo que le prometí a tu padre David y te ayudaré. Viviré entre mi pueblo Israel, y nunca los abandonaré.»
1 Reyes 6:12-13 (TLA)

Este es un mes especial para nuestra iglesia… ¡sí, re especial! Hace 10 años inauguramos el auditorio. ¿Viste qué grande que es?
Muchas familias se pusieron de acuerdo para construirlo. Hasta los más chicos ayudaron a comprar ladrillos.

Esto me hace acordar a la historia del templo que edificó Salomón. ¿Sabías que él era un rey súper poderoso? Era hijo del rey David, el mismo que de joven venció al gigante Goliat.
Los dos, padre e hijo, fueron clave en la construcción del templo. David, durante años, juntó y acumuló materiales: madera, oro, plata, telas hermosas, hierro y un montón de cosas más. Y cuando Salomón creció y se convirtió en rey, se encargó de contratar a muchísimas personas para construir el templo más hermoso del mundo.

Salomón sabía que este templo sería un lugar especial para adorar a Dios, así que se aseguró de que fuera hermoso y grandioso. Dios le dio instrucciones muy específicas sobre cómo debía ser el templo, y Salomón puso manos a la obra.

David y Salomón querían construir un lugar para la presencia de Dios. Y cuando el templo estuvo listo, Salomón lo llenó de cosas bellas que mostraban lo importante que era ese lugar. Pero lo más importante de todo es que Dios prometió estar presente en ese templo, un lugar donde su pueblo podría adorarlo y acercarse a Él.

De la misma manera, cuando las personas de nuestra iglesia decidieron construir una casa linda para Dios, también lo hicieron con lo mejor de lo mejor. Capaz tu papá, tu mamá o algún familiar que estuvo en ese tiempo pueda contarte más detalles…

Pero lo más importante es que, durante los años de construcción, todos estuvieron unidos y ayudaron de diferentes maneras. Desde los abuelitos hasta los más chicos, todos celebraron juntos la bendición de tener un nuevo templo.

Dios merece lo mejor. Salomón dio lo mejor de él y de su pueblo para construir el templo. Vos y yo también podemos darle lo mejor a Dios, no necesariamente con oro o piedras preciosas, sino con nuestro amor, tiempo y obediencia. Cuando damos lo mejor de nosotros, le mostramos a Dios cuánto lo amamos.

Hoy te invito a darle gracias a Dios porque Él tuvo la idea primero, y ahora todos lo disfrutamos:

Querido Dios, gracias por la historia del templo de Salomón. Ayudanos a darte lo mejor de nuestro corazón. Queremos que siempre estés cerca y que cada día podamos adorarte y servirte con alegría. Gracias por amarnos tanto.
En el nombre de Jesús, amén.