Una herencia que no se gasta

 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos tuvo gran compasión y nos hizo nacer de nuevo por la resurrección de Jesucristo. Así nos dio la plena esperanza de recibir una herencia que Dios tiene guardada para nosotros en el cielo; herencia que no se arruina, ni se destruye, ni pierde su valo

1ª Pedro 1: 3-4 PDT

¿Sabés qué es una herencia?

Es como un regalo que recibimos de alguien que nos quiere mucho, pero que llega cuando esa persona ya no está con nosotros. Generalmente, los hijos reciben herencias de sus padres o de sus abuelos.

A todos nos gusta recibir una herencia. Puede ser una colección de autitos, muñecas, camisetas de fútbol, una compu, lápices… ¡lo que sea! Lo que recibimos siempre es especial. Y solo el que lo recibe decide cómo cuidarlo: si lo usa o no, si lo comparte con un amigo, si lo guarda o si lo muestra con orgullo.

Claro que esas cosas pueden venir ya un poco gastadas. Si son juguetes, seguramente quien los tenía jugó mucho con ellos. Los autitos quizá tienen una ruedita floja o la pintura saltada. Las muñecas, con el pelo enredado, sin zapatos o con el vestido descosido.
Pero nada de eso importa, porque lo que realmente vale es que son un recuerdo de alguien a quien amamos. Para nosotros, eso los convierte en un tesoro.

Y lo lindo es que una herencia se recibe igual aunque no nos hayamos portado del todo bien: aunque no hayamos hecho la tarea, o nos hayamos enojado con mamá… ¡la herencia se recibe igual!

Hoy Pedro, el discípulo de Jesús, nos habla de una herencia mucho mejor. Una herencia que no se gasta, no se rompe, no se desgasta con el tiempo. Y lo mejor: nos pertenece porque somos hijos de Dios.

Esa herencia se llama salvación. Es el mejor regalo que Jesús nos da. La esperanza es el deseo profundo de que algo bueno va a pasar, aunque no siempre seamos los mejores o nos cueste portarnos bien. Y ahí entra en acción el Espíritu Santo, que nos va corrigiendo y ayudando día a día a ser mejores.

Por eso, no pierdas tu esperanza. Lo bueno que viene de parte de Jesús, siempre llega. Tenés tu herencia solo por ser hijo de Dios, parte de su pueblo escogido.

Viví siempre con tu esperanza puesta en Jesús.
Él es nuestra Esperanza Viva.