Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia, deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación, ahora que han probado lo bueno que es el Señor.

1° Pedro 2:1-3 NVI

(Énfasis del autor)

 

“La iglesia vive en una etapa muy diferente a la que vivía meses atrás, y por esto necesitamos reflexionar.

Desde el comienzo de la pandemia cada uno de nosotros hemos vivido diferentes tipos de experiencias con el Señor, y el hecho de tener este distanciamiento social puede habernos llevado a tener cierto tipo de distanciamiento también con nuestro Dios.

Pareciera que, en este nuevo estilo de vida, en lo cotidiano, nos separan de los grandes desafíos que tenemos cuando participamos como comunidad cuando soñamos juntos y pensamos en proyectos comunitarios. Pero al mismo tiempo es un momento oportuno para volver a repensar cómo queremos vivir nuestra vida cristiana.

 

Seguramente esta pandemia se va a prolongar, con distintas características en cuanto a restricciones, pero también vamos a vivir nuevas etapas en las que seguramente vamos a compartir tiempos de comunión en la Casa del Señor. Pero, entretanto mientras vivo en estas circunstancias, de la mano del Señor, como hijo de Dios y en la familia cristiana, me hice varias preguntas.

 

¿Qué tipo de cristianismo quiero vivir?

 

John Stott en su libro Cristianismo Básico dice: Un cristiano básicamente debe vivir una vida de comunión en la oración, en la lectura de la Palabra, en la obediencia a la Palabra y un desarrollo permanente y constante de conocer a Dios en mayor profundidad”.

 

En una primera etapa esta vida cristiana no implica desafíos hacia los demás, la comunidad o la iglesia, sino que se centra en lo personal.

Cristo me perdonó, me recibió, me justificó, me dio una vida nueva y a partir de ahí debo alimentarme para que estas cosas básicas me permitan crecer”.

Pastor Milton Cariaga

 

Es emocionante y tierno contemplar un bebé recién nacido. Ellos tienen desde el comienzo un vínculo muy estrecho con su mamá necesitan alimento, cariño y cuidados especiales para poder crecer y desarrollarse. Algo similar ocurre cuando reconocemos nuestra necesidad de Cristo y lo recibimos como nuestro Salvador y dueño. A partir de ese momento comenzamos a conocerlo relacionándonos con Él de acuerdo a nuestras posibilidades, lo hacemos a través de la lectura de la Palabra y vamos desarrollando una relación de amor mediante la oración y la comunión con Él.

El primer tiempo todo es novedad y nos maravilla. Necesitamos algo y se lo decimos a nuestro Papá, Él responde y estamos agradecidos. Lo común a toda esta etapa es el estar centrados en nosotros mismos, nuestras circunstancias, carencias, alegrías y necesidades y eso es completamente normal y esperable. Somos niños espirituales, hemos nacido de nuevo y comenzamos a descubrir con asombro nuestra nueva vida.

Pero en general con el correr del tiempo vamos perdiendo esa identidad de niño que es sana, en cuanto a depender del Señor para todo, y empezamos a creer que ya para algunos temas podemos arreglárnosla solos. Además, se nos mezclan algunas cuestiones puramente humanas, de la vieja naturaleza como las que menciona el apóstol Pedro en el texto.

Por eso es importante que vos y yo a lo largo de nuestra vida cristiana sigamos deseando el alimento espiritual puro como base para estar adecuadamente nutridos y poder avanzar a etapas siguientes de mayor madurez. En este sentido, nunca debemos dejar de ser niños.

Mónica Lemos

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