El Señor es mi luz y mi salvación, entonces ¿por qué habría de temer? El Señor es mi fortaleza y me protege del peligro, entonces ¿por qué habría de temblar?
Salmo 27:1 (NTV)
El equipo de expertos de la NASA consideraba en primer lugar la importancia de tener un carácter optimista.
¿Se imaginan un astronauta pesimista en una misión riesgosa?
Yo viajé mucho durante la década de los 90 y en uno de los vuelos el avión empezó a experimentar turbulencias. A lo lejos se veía una tormenta, caían rayos. El hombre que viajaba en el asiento de al lado estaba muy nervioso, se restregaba las manos y tenía una expresión de temor. Eso era lo que me transfería. Yo pensé “esto también pasará”. También estaba nervioso, pero tenía que creer que podría atravesar esa situación.
Bueno, ¡fue algo extraordinario! Como pasa en nuestra vida, de pronto el avión empezó a subir y cuando atravesó los grandes nubarrones, arriba de ellos se podía ver el sol.
No todos tenemos una personalidad optimista, pero es algo que podemos trabajar. Sé optimista. A veces cuando estás en plena crisis y el pastor te dice “esto también pasará”, vos creés que no va a pasar nunca. Pero llegará un momento en que traspasarás esos nubarrones y el sol brillará como nunca.
Pastor Hugo Herrera
Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes.
Salmo 27:13 (NVI)
El optimismo y la posibilidad de trascender todos los límites parecieran ser desde hace tiempo las propuestas dominantes en nuestra sociedad.
Si visitamos alguna librería veremos una sección bastante amplia de lo que se conoce como libros de autoayuda. Abundan las propuestas para ser feliz y mantener el optimismo a pesar de toda circunstancia. Hay una estrategia visible que atraviesa todo acontecer social: la de negar; negar el dolor, la vulnerabilidad, la vejez e incluso la muerte.
Como la felicidad se asocia a la belleza y a la juventud todas las propuestas se dirigen a garantizar juventud, belleza y diversión constante.
Tal vez sea esa una de las razones por las cuales la pandemia nos descolocó tanto. ¡Se atrevió a recordarnos que el dolor, la incertidumbre e incluso la muerte podían ser realidades más cercanas de lo que queríamos considerar!
Entonces, ¿eso significa que el optimismo es malo? Probablemente sea nocivo si es artificial, si se arma pensando en negar la realidad.
Una sociedad que solo vive el instante y consume estímulos constantemente no tiene demasiado tiempo para pensar en algo negativo. Lo descarta inmediatamente. El futuro está fuera de su registro, lo ignora y por eso incluso los líderes políticos son incapaces de pensar planes a largo plazo. Los procesos incluyen algunas frustraciones, obstáculos y fracasos…
Hace unos meses leía algunos conceptos básicos sobre las etapas en el desarrollo de la cultura. Me sorprendió gratamente encontrar en un libro un principio que diferencia al pueblo judío de otros pueblos ancestrales: El pueblo judío sabe que tiene que protagonizar y desarrollar el tiempo. Y aunque el texto no lo decía, sabemos que este destino nace en Dios.
La cultura cristiana, con raíces en el judaísmo, comparte esta característica, y está volcada hacia el futuro, tiene destino y desarrolla la historia desde un rol protagonista. En nosotros no es con voluntarismo personal, ni pensamiento positivo, ni optimismo negador, sino con la mirada puesta en Aquel que nos está guiando, tomando nuestra mano. Los cristianos sabemos que ese sentido, ese “para qué”, nos fue dado por Dios y por eso podemos desarrollarlo.
Nuestro optimismo está basado en la promesa de eternidad a la que Jesús le dio un contenido todavía mayor al comprometerse a cenar con nosotros en su mesa.
Jesús les dijo: «He deseado muchísimo comer con ustedes en esta Pascua, antes de que yo sufra y muera. Porque les aseguro que ya no celebraré más esta cena, hasta el día en que comamos todos juntos en el gran banquete del reino de Dios.»
Lucas 22: 15-16 TLA
Mónica Lemos

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