Seis días después, Jesús llevó a Pedro y a los hermanos Santiago y Juan hasta un cerro alto, para estar solos.Frente a ellos, Jesús se transformó: Su cara brillaba como el sol, y su ropa se puso tan blanca como la luz del mediodía. Luego los tres discípulos vieron aparecer a Moisés y al profeta Elías, y ellos conversaban con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno que estemos aquí! Si quieres, voy a construir tres enramadas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías.»
Cuando llegaron a donde estaba la gente, un hombre se acercó a Jesús, se arrodilló ante él y le dijo: —¡Señor, ten compasión de mi hijo y ayúdalo! Está muy enfermo y sufre de terribles ataques. Muchas veces, cuando le da un ataque, cae al fuego o al agua. Lo traje para que tus discípulos lo sanaran, pero no han podido hacerlo.
Mateo 17:1-4, 14-16 TLA
Jesús convocó a tres de sus discípulos y los llevó a un monte donde vivieron una experiencia similar a la de Moisés. En esta ocasión era el rostro del Señor el que resplandecía y sus vestiduras eran muy blancas, también aparecieron Moisés y Elías conversando con Él. Lo que sucedió allí provocó la reacción de Pedro quien dijo «Bueno, hagamos tres tienditas, quedémonos aquí» porque cuando alcanzamos esa gloria no queremos movernos de ahí.
Ahora, Jesús verdaderamente les estaba mostrando otra dimensión, lo que ese pequeño grupo pudo ver fue un adelanto de la eternidad, una muestra de que la vida va más allá que lo que ellos podían pensar, lo que habían vivido, o conocido hasta entonces.
Yo insisto mucho con la idea de que la eternidad no es la sumatoria del tiempo, sino que es otra dimensión. La física nos ha mostrado que hay cosas que no comprendemos pero que son extraordinarias, eso es lo que Jesús les mostró a sus discípulos.
Luego de la experiencia en el monte el Señor bajó de la montaña con sus amigos y lo primero que encontraron fue un endemoniado, una persona alienada de sí, alguien que tenía serios problemas. Supongo que Pedro habrá pensado «era mejor quedarse en el monte»
¡Qué privilegio es que la luz del Señor invada nuestra vida y que la obra de nuestras manos se manifieste! Cuántas personas van a necesitar de caricias, la caricia de tu palabra, la caricia de tus manos, aunque el tapa boca no nos permite vernos como antes y estemos viviendo circunstancias especiales, pero aun así podemos levantar la cabeza y buscar Su resplandor, entonces sí dejaremos de repetir las cosas que nos hacen quedarnos persistentemente en el mismo lugar porque siempre hay algo bueno de parte de Dios que podemos hacer.
Pastor Hugo Herrera
Tu vida, más allá de la circunstancia presente le pertenece a Cristo y Él sigue trabajando en ella. Tal cuál lo hizo con los tres discípulos que deliberadamente llevó al monte y casi podemos decir que los obligó a ver aquel encuentro extraordinario que unió el cielo y la tierra. No supieron de que se trató aquella conversación entre Jesús y los patriarcas… y no lo necesitaban porque aquella escena superó cualquier fantasía imaginable.
El problema para ellos fue volver a la tierra y dejar ese pedazo de cielo. Creo que yo también me hubiera negado porque esa atmosfera milagrosa sería indescriptible. Claramente ellos todavía no habían entendido el propósito de la vida de Jesús, y por supuesto ni se imaginaban que les esperaba al bajar del monte. Yo se que no tiene comparación pero… seguramente alguna vez estuviste en la intimidad de tu casa, en un tiempo de adoración con la iglesia o en alguna ocasión donde el Espíritu Santo desplegó su presencia y abrazó tu vida y pensaste “no quiero que esto termine”. Pero como Pedro tuviste que bajar del monte.
Creo que lo que tenemos que aprender realmente es que el monte se anticipa a la realidad, y cuanto más dura es mas necesitamos encontrar otro y otro y otro monte donde Su rostro resplandezca.
Seguramente hay pruebas que estamos atravesando, sueños que aún no hemos alcanzado y todo eso ocupa su espacio en nuestro interior. Tenemos una conciencia de nosotros mismos y también de la realidad que nos rodea, y para poder afectar de parte del Señor a los demás tenemos que “subir al monte para después bajar”.
Que nuestra meta sea el llano donde hay necesidad y otros necesitan que Jesús resplandezca.

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