Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo. Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices.

Saliendo él a la puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús el nazareno.

Pero él negó otra vez con juramento: No conozco al hombre.

Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aún tu manera de hablar te descubre.  Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo. Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.

Mateo 26: 69-75 RVR 1960

Al leer este relato casi nos enojamos con Pedro por su debilidad, pero realmente creo que este hombre fue muy valiente al arriesgarse a entrar al patio del palacio de Caifás. Esa noche los religiosos habían perdido todo escrúpulo y estaban dispuestos a todo… Así que Pedro corrió un gran peligro y aunque quiso seguir a su Maestro, “solo llegó a la mitad de la montaña”.

Jesús se lo había anticipado, Pedro en ese momento no  entendió el mensaje, pero sea como sea, le mostró a su amigo que al menos lo intentaba. Así que el Señor al girar su rostro y mirarlo una vez más le mostró compasión.

Durante esta semana compartimos algunos pensamientos de distintos escaladores y deportistas que ponen todo su empeño en lograr grandes hazañas enfrentando todo tipo de dificultades. Y como ellos frente a una montaña, vos y yo estamos frente a importantes desafíos que podemos alcanzar para cumplir con los sueños de Dios, aun en medio de una pandemia. 

En tiempos difíciles o complicados tenemos la tendencia a demorar, suspender o abandonar aquello que Dios nos había propuesto, la misión… y a veces la fe. Sentimos que la montaña es mucho más alta que nuestras posibilidades… y hasta queremos desaparecer.

Pero Dios siempre nos espera porque sabe quiénes somos realmente. Es más, nos dio muchas palabras de aliento a lo largo de las Escrituras, y las renueva cada mañana.

¡Sí! estamos frente a una gran cordillera, pero un día a la vez podemos escalarla.

Vivir los sueños de Dios no siempre es sencillo, y solo creyendo que no hay mejor manera de invertir nuestra vida que intentándolo, podemos perseverar en el tiempo.

No me refiero solo al trabajo dentro del ministerio de la iglesia, sino más bien a poder perseverar en medio de nuestras rutinas diarias, el trabajo o los estudios mostrando en ellos una identidad plena en Cristo.

Podemos de una u otra manera descubrir cómo impactar a otros con el evangelio, aun sin palabras y hasta perseverando ante un fracaso o una crisis.

Es posible que algunos de los proyectos y planes que desarrollemos se compliquen y dificulten, pero “con Dios de nuestro lado podemos no detenernos hasta que lleguemos a la cima”.

 Ruth O. Herrera

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